La mayoria de los dibujos e ilustraciones y todas las informaciones son tomadas de la web.
A casi todas les he pedido autorización para publicarlas, si hay alguna que no he hecho les pido desde ya mil perdones.
Las ediciones e imagenes de Dago son propiedad
ALL RIGHTS RESERVED TO ROBINWOOD©

lunes, 30 de mayo de 2011

la Batalla de Bicocca

1° Batalla de Bicocca

27.04.1522


La Batalla de Bicoca es el nombre que recibió el combate cerca de la localidad del mismo nombre, situada en el antiguo Milanesado, muy cerca de Milan por el norte.

El ejército compuesto por las fuerzas combinadas de Francia y la República de Venecia se enfrentó al ejército Imperial español al mando de Prospero Colonna. Merced a una mejor táctica, las tropas de Carlos V lograron una aplastante victoria.

Los mercenarios suizos, que no habían recibido su salario, exigieron una batalla inmediata, forzando al comandante francés Odet de Lautrec a atacar la posición fortificada de Colonna en el parque de Bicocca, al norte de los muros de Milán.

La superioridad numérica se inclinaba del lado francés, y la infantería suiza confiaba en grandes formaciones de picas para envolver y masacrar al enemigo. Al comenzar la batalla, los suizos se dispusieron en dos cuadros y avanzaron con paso firme hacia las tropas españolas de Prospero Colonna, mientras resistían los disparos de cañón del enemigo.

No obstante, al cruzar el camino que separaba a ambos ejércitos, los suizos se vieron obligados a subir una ligera cuesta. Esto les impidió cargar inmediatamente contra los españoles y les convirtió en un blanco perfecto para los arcabuceros, quienes abrieron fuego continuo contra los suizos. Tras perder 3000 hombres (entre los que se encontraban 22 capitanes), los suizos se vieron obligados a retirarse sin llegar a entablar batalla real.
Según algunos autores, esta batalla señaló un importante giro en las prácticas bélicas por el rol que en ella tuvieron las armas de fuego portátiles, en especial los arcabuces de los españoles. Bicoca, junto a la posterior Batalla de Pavía (1525), puso de manifiesto que la época de la pica y la caballería pesada había llegado a su fin, dejando paso a las emergentes armas de fuego que trastocarían el campo de batalla para siempre.
Al comienzo de la guerra en 1521, el Emperador Carlos V y el Papa León X unieron fuerzas contra el Ducado de Milán, principal posesión francesa en Lombardía. Un gran ejército papal al mando del Marqués de Mantua, junto a tropas españolas procedentes de Nápoles y otros contingentes menores del resto de Italia, se concentraron cerca de Mantua.
Las fuerzas alemanas enviadas al sur por Carlos cruzaron junto a Vallegio, en territorio veneciano, sin ser molestadas. Las fuerzas papales, españolas y alemanas combinadas bajo el mando de Próspero Colonna, penetraron entonces en territorio francés.
Durante los meses siguientes, Colonna llevó a cabo una guerra de maniobras contra Odet de Foix, Vizconde de Lautrec, el comandante francés, asediando ciudades pero rehusando presentar batalla.
Para otoño de 1521, el ejército de Lautrec, que mantenía una línea defensiva desde el río Adda hasta Cremona, comenzó a sufrir deserciones masivas, particularmente entre los mercenarios suizos. Colonna aprovechó la oportunidad que se le ofrecía y, avanzando junto a los Alpes, cruzó el río Adda en Vaprio; Lautrec, carente de infantería y asumiendo la campaña anual finalizada, se retiró a Milán. Sin embargo, Colonna no tenía intención de frenar su avance. La noche del 23 de noviembre, lanzó un ataque sorpresa a la ciudad, abrumando a las tropas venecianas que defendían uno de los muros. Tras la subsiguiente lucha callejera, Lautrec se retiró a Cremona con 12.000 hombres.
En enero, los franceses habían perdido Alessandria, Pavía y Como.

Mientras, Francisco II Sforza, con un contingente de refuerzos germanos, había esquivado una fuerza veneciana en Bérgamo para posteriormente unirse a Colonna en Milán.

Mientras, Lautrec había recibido los refuerzos de 16.000 piqueros suizos y tropas de refresco venecianas, junto a varias compañías francesas al mando de Thomas de Foix-Lescun y Pedro Navarro; también se había asegurado los servicios del condotiero Giovanni de Médicis, que puso sus Bandas Negras al servicio francés.

Los franceses atacaron Novara y Pavía, esperando atraer a Colonna a una batalla decisiva.

Colonna abandonó Milán, fortificándose en el monasterio de Certosa, al sur de la ciudad. Lautrec, temiendo grandes pérdidas si asaltaba la posición frontalmente, amenazó las líneas de comunicación de Colonna barriendo el área entre Milán y Monza, cortando así las líneas de comunicación de la ciudad con los Alpes.
La Batalla
Pero Lautrec se vio atrapado por las exigencias de los mercenarios suizos, que formaban el grueso de sus tropas. Albert von Stein y el resto de capitanes mercenarios, al no haber recibido una sola de sus pagas desde que llegaron a Lombardía, exigieron a Lautrec que atacara al Ejército Imperial inmediatamente, o regresarían a sus cantones. Lautrec accedió a regañadientes, marchando hacia Milán.
Entretanto, Colonna se había retirado a una formidable posición: el parque mansión de Bicocca, seis kilómetros al norte de Milán. El parque se alzaba entre un largo terreno pantanoso al oeste y la carretera principal hacia Milán en el este, por esta carretera discurría un profundo dique, cruzado por un estrecho puente de piedra a cierta distancia al sur del parque. El lado norte del parque se hallaba bordeado por una carretera hundida. Colonna la hundió un poco más y construyó un muro de tierra en el bancal sur. La artillería Imperial, emplazada en varias plataformas protegidas por el muro, protegía los campos del norte y varias partes de la misma carretera.
La longitud del área norte del parque era menor de 548,64 m, lo que permitía a Colonna concentrar sus tropas. Justo detrás de la muralla se situaban cuatro rangos de arcabuceros españoles, dirigidos por Fernando de Ávalos, Marqués de Pescara. Éstos quedaban respaldados por piqueros españoles y alemanes bajo el mando de Georg von Frundsberg.

Al sur se posicionaba el grueso de la caballería Imperial compuesta por los célebres tercios españoles, a considerable distancia tras la infantería. Una segunda fuerza de caballería se situaba más al sur, guardando el puente.
La tarde-noche del 26 de abril, Lautrec envió una pequeña fuerza de reconocimiento de 400 jinetes, al mando de Sieur de Pontdormy. La patrulla informó que el terreno se interrumpía con diques agrícolas, lo que hacía complicado maniobrar, pero esto no disuadió a los suizos. Colonna, observando la aproximación francesa, envió mensajeros a Milán en busca de refuerzos. Francisco Sforza llegó a la mañana siguiente con 6400 soldados, que se unieron a la caballería en defensa del puente sur.
Al atardecer del 27 de abril, Lautrec lanzó su ataque. Las Bandas Negras limpiaron el campo de estacas españolas, barriendo el terreno frente a las posiciones imperiales. Dos columnas suizas, cada una comprendiendo entre 4000 y 7000 hombres, acompañaban a varias baterías de cañones a la cabeza del avance francés.

Se disponían a asaltar frontalmente el frente fortificado del campamento Imperial.

Lescun, mientras, dirigía un cuerpo de caballería a lo largo de la carretera a Milán, con intención de flanquear el campamento y atacar el puente de retaguardia. El resto del ejército francés, incluyendo la infantería francesa, formó una amplia línea a cierta distancia de las dos columnas suizas. Tras ellos se disponía una tercera línea formada por fuerzas venecianas de Francisco María I della Rovere, duque de Urbino.
El mando combinado del asalto suizo fue desempeñado por Anne de Montmorency. Mientras las columnas suizas avanzaban hacia el parque, les ordenó detenerse y esperar que la artillería francesa bombardeara las defensas imperiales, orden que ignoraron los suizos. Puede que los capitanes suizos dudaran que la artillería tuviera algún efecto en el muro de tierra.

De cualquier modo, los suizos maniobraron rápidamente hacia las posiciones de Colonna, dejando la artillería a distancia atrás. Aparentemente, existía algún tipo de rivalidad entre sendas columnas, dado que una, dirigida por Arnold Winkelried von Unterwalden, se componía de soldados procedentes de cantones rurales, mientras la otra, al mando de Albert von Stein, comprendía contingentes de Berna y los cantones urbanos.

El avance suizo les colocó al alcance de la artillería Imperial. Carentes de cobertura en el campo abierto, sufrieron cuantiosas bajas, hasta mil suizos podrían haber muerto para cuando tomaron contacto con las líneas imperiales.
Anne de Montmorency dirigió el asalto suizo, siendo el único superviviente de los nobles franceses que en él tomaron parte. Los suizos frenaron en seco cuando sus primeras líneas alcanzaron la carretera hundida frente al parque. La profundidad de la carretera y la altura del terraplén, que conjuntamente superaban la longitud de las picas suizas, bloquearon su avance. Avanzando al sur por la carretera, los suizos sufrieron bajas masivas a causa del fuego de los arcabuceros de Ávalos.

Aun así, los suizos intentaron penetrar en las líneas imperiales mediante una serie de cargas desesperadas. Grupos de piqueros alcanzaron la cima del terraplén, donde chocaron contra los lansquenetes, que habían tomado posiciones frente a los arcabuceros. Uno de los capitanes suizos fue muerto por Frundsberg en combate singular, y las compañías suizas, incapaces de superar el muro de tierra, fueron rechazadas de nuevo a la carretera. Después de media hora de intentos, los restos de la vanguardia suiza se retiraron hacia la línea principal francesa. En los campos que habían cruzado dejaban más de 3000 muertos. Entre ellos se encontraban veintidós capitanes, incluyendo a Winkelried y Albert von Stein.

De los nobles franceses que acompañaron el asalto, sólo sobrevivió Montmorency.

Lescun, junto a 400 jinetes de caballería pesada bajo su comando, había alcanzado el puente al sur del parque, combatido para cruzarlo y alcanzado el campo imperial. Colonna respondió enviando un destacamento de caballería con Antonio de Leyva para frenar el avance francés, mientras Francisco Sforza subía la carretera hacia el puente, con el objetivo de rodear a Lescun. Pontdormy detuvo a los milaneses, permitiendo a Lescun escapar del campamento; la caballería francesa deshizo su camino y se reunió con el grueso del ejército.

Desoyendo las peticiones de Ávalos y varios comandantes imperiales, Colonna rehusó ordenar un ataque a gran escala sobre los franceses, señalando que la mayoría del ejército francés, incluyendo el grueso de su caballería, permanecía intacto. Indicó que los franceses ya habían sido derrotados, y pronto emprenderían la retirada. Esta afirmación fue compartida por Frundsberg.

Sin embargo, pequeños grupos de arcabuceros españoles y caballería ligera intentaron perseguir a los suizos en retirada, pero fueron detenidos por las Bandas Negras, que cubrían el repliegue de la artillería francesa.

El juicio de Colonna se desveló correcto. Los suizos no estaban muy dispuestos a iniciar un nuevo ataque, y regresaron a sus hogares el 30 de abril. Lautrec, considerando que su resultante debilidad en tropas de infantería hacía imposible continuar la campaña, se retiró al este, cruzando el río Adda y penetrando en territorio veneciano cerca de Trezzo. Cuando alcanzó Cremona, dejó a Lescun al mando de los restos del ejército francés y cabalgó sin escolta hacia Lyon, para presentar su informe al rey Francisco I.
Consecuencias

La partida de Lautrec condujo al completo colapso de la posición francesa en el norte de Italia. Libres de la amenaza del ejército francés, Colonna y Ávalos avanzaron sobre Génova, capturando la ciudad tras un breve asedio.

Lescun, consciente de la pérdida de Génova, llegó a un acuerdo con Francisco Sforza por el cual el Castello Sforzesco en Milán, que seguía en manos francesas, rendía armas, y las tropas que había en su interior se retiraron cruzando los Alpes.

Los venecianos, bajo el mando del recién elegido Dogo Andrea Gritti, perdieron interés en continuar la guerra. En julio de 1523, Gritti firmó el Tratado de Worms con Carlos V, por el cual la República de Venecia abandonaba la contienda.

Francia intentaría recuperar Lombardía por dos veces antes del final de la guerra, sin éxito. Los términos del tratado de Madrid, que Francisco I se vio forzado a firmar tras su derrota en Pavía, dejarían Italia en manos españolas.
Otra consecuencia de la batalla fue la actitud hacia los suizos. Regresaron a sus montañas reducido su número, pero mucho más reducida su audacia; pues es conocido que tras las pérdidas sufridas en Bicoca les afectaron tanto que, durante los siguientes años, no mostraron de nuevo su vigor acostumbrado.

En un ámbito más general, la batalla puso de relieve el rol decisivo de pequeños destacamentos sobre el campo de batalla.

Aunque las virtudes del arcabuz no serían plenamente explotadas hasta la Batalla del Sesia (donde los arcabuceros prevalecerían sobre la caballería pesada en campo abierto) dos años más tarde, el arma se convertiría no obstante en un pequeño sine qua non para cualquier ejército que no quisiera otorgar una ventaja decisiva a sus oponentes.

Aunque los piqueros seguirían jugando un importante rol en combate, se igualaba su importancia a la de los arcabuceros. Juntos, ambos tipos de infantería serían combinados en las unidades llamadas de "pica y disparo", que se mantendrían hasta el nacimiento de la bayoneta a finales del siglo XVII.

La doctrina ofensiva suiza, "presión de picas" sin soporte de armas de fuego, había quedado obsoleta. De hecho, las doctrinas ofensivas en general fueron reemplazadas por otras más defensivas. La combinación de arcabuces y fortificaciones de campo convertían los asaltos frontales sobre posiciones atrincheradas en demasiado costosos para ser efectivos, de modo que no se repitieron durante el resto de las guerras italianas.


Desde entonces en español y en lunfardo, la palabra "bicoca" se utiliza para definir una ganancia fácil.

No hay comentarios: